José Napa, el guardabosques nativo pionero de Mashpi Lodge
Antes de que se convierta en área protegida y tenga la figura legal de Reserva Mashpi con sus actuales propietarios, José Napa habitaba en el área donde ahora se ubica el Centro de vida. Se dedicaba a labores agrícolas y a defender la tierra de los invasores y otros buscadores de madera a través de la tala ilegal.
Vive en Mashpi desde que tenía 12 años de edad, y ahora a sus 50 recuerda que llegó en busca de una hermana que vivía en la zona. Habìa perdido a su madre y buscaba protección.
No había caminos para llegar a Mashpi… esto era remoto y alejado de todo. El bosque era rico. Aquí se cazaba la guanta, guatusa, puercos y pavas de monte, se lanzaba la atarraya al río y salía llena de pescados. Encontré que aquí era mas fácil vivir y conseguir alimento. A los cinco o seis meses de haber llegado, mi cuñado se hizo cargo de una finca y yo entré a ayudarle. Aquí era difícil conseguir trabajadores porque el acceso era muy duro. Luego me metí a esta selva a sacar madera. No había ley que protegiera al bosque, tampoco conciencia de que talarlo era malo. Para sembrar había que deshacerse de los árboles. Para que te reconozcan como posesionario de la tierra era necesario talar, para cualquier cosa se botaba el bosque.
Junto a enorme Copal, José explica a los visitantes que la goma que este gigante produce se usa en medicina. Sirve de analgésico, afirma, y los pobladores locales lo usan como un incienso para repeler insectos.
Este tipo de árboles buscaban para llevarse porque es una buena madera, suave para aserrarla y no tiene mucho peso. En 15 minutos este árbol estaba en el suelo y al caer se llevaba otros tantos. Le juro, si no es por este proyecto acá ya no habría bosque. Las motosierras y su sonido eran parte del paisaje. Cuando se quiso parar eso empezaron los inconvenientes y hasta agresiones. Hoy eso ha bajado mucho. En las comunidades se piensa en turismo comunitario. No hay turismo si no hay bosque. El cultivo de palmito también ha destruido el bosque. Comenzaron a meter motosierras, mucha madera se pudrió ahí y empezaron a hacer potreros. Ya hemos ganado una batalla consiguiendo que este bosque se mantenga y sea una fuente de ingresos que va de la mano con la gente, con los animales, con el agua, con la vida. Ya nadie coge una escopeta y se va a cazar. Cada año el Rìo Mashpi bajaba su caudal, pero no comprendíamos porqué era y claro tiene que ver con la tala de árboles.
Cuando los promotores de la Reserva y más adelante el hotel hablaban de proteger el bosque, el mensaje no se comprendía. Ahora en su calidad de dirigente de la comunidad y uno de sus primeros pobladores es un activo promotor de la defensa del bosque y el turismo comunitario.
Llegó gente acá a decir: no vamos a permitir que se corten árboles, cuando esa había sido la fuente de sustento, entonces no lo entendíamos. Ahora ya hay conciencia. No solo nos dicen no corte el bosque, sino que tenemos posibilidades de empleo. Gente de la comunidad vecina trabaja en Mashpi Lodge en el mariposario, en mantenimiento, guianza, administración, housekeeping, cocina, restaurante, apoyo a los biólogos.
José asegura que la forma de trabajo que les ofrece este proyecto turístico es mucho mejor comparada con lo que había antes. Ganando a través del bosque, viviendo del bosque pero sin hacerle daños. Es menos difícil y más divertido.
Este es un caracol -dice después de haber adecuado unas lianas para que se conviertan en columpios que nos hacen volar sobre la vegetación- y cuenta que Mashpi tiene mucho valor para la ciencia, y frecuentemente reciben no solo a turistas sino a científicos
Son comestibles los caracoles. Este probablemente fue comido por un puma.
Cuando estas tierras no eran controladas por nadie, los caracoles también eran muy cotizados.

Como guía local y conocedor del bosque ha juntado sus saberes a los conocimientos de los expertos y se ha enriquecido. Arriba de los árboles hay tanta vida que ahora comprendo cuánto se destruía. Ahora José conoce las particularidades y detalles científicos de lo que vive entre los árboles, en sus copas, de las aves, ama la diversidad y belleza de las orquídeas, y sabe de las numerosas propiedades y características de plantas y animales. En sus recorridos por el bosque ha encontrado 200 de las 400 y pico orquídeas catalogadas en Ecuador.
Ya estamos convencidos que esto es lo que tenemos que cuidar si queremos tener una vida sana para el futuro.
Caminando por el bosque hay que pisar con firmeza, nos revela, pues en la selva se dice que sobre la huella que uno deja, puede venir a colocarse la de un puma. Y si este detecta que el hombre ha temblado, entonces captará su miedo y le convertirá en su presa.
Recuerda que los senderos que ahora recorren fascinados los visitantes se abrieron a punta de machete, pico y pala. Con su trabajo se fueron abriendo delgados senderos entre la tupida vegetación y haciendo zigzag en las laderas para que el descenso sea posible y seguro. Ahora mantenerlos exige un trabajo permanente, así como atender a los grupos de visitantes, guiarlos por el bosque, cuidarlos, compartir conocimientos y secretos. Nos revela que la Reserva tiene alrededor de 40 cascadas y nos lleva a una, recientemente accesible. Agua pura, prístina, un baño fresco y una experiencia inolvidable.
Han pasado 5 años desde la apertura del hotel al público, y nos enseña las trenzas hechas con raíces colgantes que alguno de los primeros visitantes hizo. Siguen ahí, convertidas en una trenza gruesa, grande, fuerte que cuelga desde lo alto de un enorme árbol. Así también ha crecido su convicción de que Mashpi es un santuario de la naturaleza y hacer que el mundo lo conozca y disfrute es un privilegio.